Confianza generalizada: Cuatro lecciones de la genética y la cultura

Paul A. M. Van Lange[1]

VIJ UniversityAmsterdam

 

Originalmente publicado en: Current Directions in Psychological Science, Vol.24 (1), 71-76, 2015.

Traducción de: Alejandro Franco (Portal de formación iPsicologia.com)

Correo: [email protected]

 

Abstract

Este artículo aborda la confianza generalizada, un constructo examinado desde diversas disciplinas científicas del cual se asume que tiene una importancia central para entender el funcionamiento de individuos, grupos, y la sociedad en general. Compartiremos cuatro lecciones básicas sobre la confianza: (a) la confianza generalizada es más una cuestión de cultura que de genética; (b) la confianza está profundamente enraizada en las experiencias de interacción social (que van más allá de la niñez), redes, y medios de comunicación; (c) las personas tienen muy poca confianza en las demás personas en general; y (d) es adaptativo mantener una “dosis saludable” de confianza generalizada. Cada una de estas lecciones está inspirada e ilustrada por una investigación reciente de diferentes disciplinas científicas.

 

Palabras clave

confianza generalizada, genética, cultura, interacción social

 

La confianza es con frecuencia descrita como un “pegamento social” en las relaciones, grupos, y sociedades, debido a que conecta las personas y facilita pensamientos, motivos, y comportamientos que promueven las metas colectivas. Es un constructo poderoso, en la medida en que existe una evidencia creciente de que los individuos con alta (vs. baja) confianza en otras personas tienen una mayor disposición para comportarse de manera cooperativa de cara a la incertidumbre y a intereses en conflicto, tienen mayor probabilidad de comprometerse con actividades de voluntariado, reportan una mayor satisfacción en la vida, exhiben una mayor salud física, e incluso viven más (por ejemplo, Balliet & Van Lange, 2013a; Barefoot et al., 1998; Bekkers, 2012; Holmes & Rempel, 1989; Simpson, 2007; Yamagishi, 2011). La confianza es con frecuencia definida como la intención de aceptar una vulnerabilidad basada en expectativas o creencias positivas con relación a las intenciones o el comportamiento de otra persona o de las personas en general (Rotter, 1967; Rousseau, Sitkin, Burt, &Camerer, 1998). El presente artículo examina las raíces de la confianza que las personas, en general, tienen en otras personas, con frecuencia llamada la confianza generalizada (Nannestad, 2008; Putnam, 2000), colocando en consecuencia un énfasis particular en las influencias genéticas y culturales acerca del desarrollo de la confianza.

El propósito principal de este artículo es brindar una revisión actualizada de la confianza con un fuerte énfasis en cuatro lecciones que uno podría aprender a partir de la investigación reciente en las ciencias sociales y del comportamiento. Como tales, las lecciones que compartimos tomarán la forma de proposiciones, o principios relativamente generales, que están enraizados en investigaciones recientes. Al mismo tiempo, al igual que con casi cualquier proposición científica, estas lecciones sin lugar a dudas serán sujetas a revisión científica, refinamiento, y progreso. La esperanza es de hecho que estas proposiciones inspiren investigaciones y teorías futuras, ya sea que confirmen, refinen, o falseen nuestras proposiciones.

Lección 1: la confianza generalizada es más una cuestión de cultura que de genética

Claramente, una contribución clave de la genética del comportamiento es la demostración de la diferencia de casi todos los rasgos de expresiones. La herencia de la inteligencia, autismo, y esquizofrenia está alrededor del 80%, y los rasgos de personalidad clásicos tales como la extraversión y el neuroticismo tienen una herencia de al menos 40% (por ejemplo, Boomsma et al., 2006; Kendler & Baker, 2007). Incluso las probabilidades de divorcio, religiosidad, y preferencias políticas tienen una heredabilidad de alrededor del 25% o más alta (Alford, Funk, &Hibbing, 2005). A la luz de estos estimados sobre la herencia, Turkheimer (2000) ha afirmado que “todos los rasgos del comportamiento humanos son heredables” como la primera ley de la genética del comportamiento (p. 160).


Tabla 1. Escalas para medir la Confianza-en-otros y Confianza-en-sí mismo, e instrucciones para los participantes (Van Lange, Vinkhuyzen, &Posthuma, 2014).


Instrucciones para los participantes

Las siguientes afirmaciones son acerca de la impresión que merece “la mayoría de las personas en su entorno”. Puede tratarse de amigos, conocidos, colegas, o desconocidos, siempre y cuando usted deba encontrarlos de vez en cuando, es decir, que son parte de su entorno. Pedimos, para cada una de las afirmaciones siguientes, que indique el grado en que está de acuerdo o en desacuerdo con la afirmación.

Escala de valoración

1= completamente en desacuerdo
2= muy en desacuerdo
3= ligeramente en desacuerdo
4= ni de acuerdo ni en desacuerdo
5= ligeramente de acuerdo
6= muy de acuerdo
7= totalmente de acuerdo

Ítems


Confianza en otros

1. Apuesto a que colocaría mi destino en las manos de la mayoría de las personas.
2. Confío completamente en la mayoría de las otras personas.
3. Aún en el peor de los casos, no confío en la mayoría de las personas (R).

Confianza en sí

1. Pienso que la mayoría de las personas colocarían su destino en mis manos.
2. Pienso que la mayoría de las personas confían en mí.
3. Aún en el peor de los casos, la mayoría de personas no confiarían en mí. (R).


Nota: los conceptos “confianza-en-otros” y “confianza-en-sí” fueron utilizados en el cuestionario real y se incluyen aquí en aras de la claridad. Los ítems marcados con “(R)” fueron calificados de manera inversa (descritos en Van Lange, Vinkhuyzen, & Posthuma, 2014)


 

¿Y la herencia de la confianza? Al menos cuatro estudios han abordado esta cuestión. Dos estudios que examinaron muestras específicas de adolescentes y jóvenes adultos (menores de 34 años) revelaron una heredabilidad mayor al 20% solo para algunos juicios vinculados con la confianza (Hiraishi, Yamagata, Shikishima, & Ando, 2008; Sturgis et al., 2010). En el último estudio, un ítem negativo “las personas se aprovechan” llegó a una heredabilidad del 14%. Y un estudio en la confianza comportamental reveló que la decisión para confiar en un juego de confianza tiene una heredabilidad del 10 al 20% (Cesarini et al., 2008), pero esta sola decisión también podría haber reflejado la toma de riesgos o la motivación cooperativa la cual podría no haber sido establetemporalmente; además, este estudio en particular incluyó una muestra modesta (71 gemelos dicigóticos y 258 monocigóticos). Evaluamos la confianza generalizada con tres ítems (ver Tabla 1) y utilizamos una muestra mayor (N = 1012) que incluyó personas de diversos rangos de edad, y encontramos una heredabilidad del 5% (Van Lange, Vinkhuyzen, &Posthuma, 2014; para “confiar-en-sí”, la heredabilidad también fue baja, con 13%). Claramente, existen diferentes maneras para estimar la heredabilidad, y no es claro de qué manera los aspectos específicos (por ejemplo, la muestra, la medida de la confianza) podrían impactar los estimativos de herencia, pero la baja confiabilidad no brinda una explicación suficientepara estos resultados (por ejemplo, la consistencia interna y la confiabilidad de test-retest fueron altas). Sin embargo, la imagen general parece clara. La heredabilidad de la confianza generalizada es modesta, o, como lo hemos concluido basándonos en nuestros propios datos, “prácticamente ausente” (Van Lange et al., 2014).

Debemos admitirlo, nos sorprendió que la heredabilidad de la confianza fuese excepcionalmente baja. Pero una mirada más de cerca de la literatura sobre las diferencias culturales sugiere que esta baja heredabilidad no debería ser muy sorprendente. Por ejemplo, los datos de la encuesta mundial de valores (http://www.worldvaluessurvey.org/wvs.jsp) revelan que los índices de confianza generalizada, en una escala de 0 a 200, podrían diferir desde 10 hasta 30 (por ejemplo en Turquía, Indonesia, y Brasil) hasta alrededor de 120 a 140 (por ejemplo, en Dinamarca, Suecia, y Noruega). Estas diferencias son excepcionalmente amplias y apuntan al importante rol de la cultura (Balliet & Van Lange, 2013b). Existen razones para pensar que las diferencias entre sociedades de alta y baja confianza es que las últimas con frecuencia están caracterizadas por una distribución más equitativa de los ingresos (una característica objetiva) y niveles bajos de percepción de corrupción (una característica subjetiva; por ejemplo, Uslaner, 2010). Más aún, existe evidencia de que inmigrantes de primera generación que se han mudado de un país de confianza más baja (por ejemplo, Turquía, Polonia, Italia) para un país de confianza más alta (por ejemplo, los países del norte de Europa) son fuertemente afectados por los altos niveles de confianza en el país de destino (Dinesen, 2012). Si bien se requiere de futura investigación, estos hallazgos subrayan la importancia de la cultura como un fuerte determinante de la confianza generalizada y ayudan a entender por qué la modesta influencia genética en la confianza generalizada no debería ser muy sorprendente.

Lección 2: la confianza está profundamente enraizada en las experiencias de interacción social, redes sociales, y medios de comunicación

Buena parte de la psicología clásica se ha enfocado en el rol de las experiencias de la niñez en el desarrollo de la personalidad. Una evidencia fuerte son las formulaciones clásicas de la teoría del apego, las cuales sugieren que la seguridad del entorno brindado por los cuidadores primarios es un importante determinante de los estilos de apego posteriores (por ejemplo, Mikulincer, 1998). La noción es que las “experiencias” tempranas de dependencia, y especialmente el grado en el cual los otros socialmente relevantes brindan un entorno seguro o confiable, es esencial o crucial para el desarrollo de la confianza. Si bien esto podría ser cierto en algún grado, es poco probable que represente la imagen completa.

Argumentamos que un análisis más comprensivo debería tener en cuenta al menos tres tipos adicionales de influencia que podrían afectar la confianza a lo largo de la vida. Uno es el rol de las experiencias de interacción social personales, incluyendo las experiencias luego de la niñez. Experiencias poderosas tales como el robo, el maltrato por autoridades, o el desempleo inesperado podrían minar seriamente la confianza generalizada (Van Lange et al., 2014). Una segunda influencia vendría de otros cercanos que tienen experiencias sociales poderosas, las cuales, cuando se observan o comparten, también podrían afectar la confianza: el niño que es matoneado intimidado, el compañero que es asediado, o el colega y amigo que es despedido sin mucha explicación (experiencias de otros cercanos). La tercera influencia es la exposición de las personas a información acerca de la naturaleza humana en general, y a la confiabilidad humana en particular, a través de diversas fuentes, tales como su comunidad, las redes sociales amplias, o los medios de comunicación locales o globales (experiencias en sociedad). Los rumores, una estación local de radio o televisión, y los periódicos, podrían contribuir a nuestros sentimientos de confianza generalizada (por ejemplo, Fukuyama, 1995; Uslaner, 2000 días). Más aún, las influencias sociales más amplias, tales como la recesión o la prosperidad económica, podrían impactar la confianza generalizada en parte a través de los medios de comunicación y las redes sociales más amplias (Nannestad, 2008). Típicamente, la información que llega sobre otras personas está sujeta a filtros sociales-cognitivos (por el sí mismo, los otros cercanos, o las redes y los medios de comunicación) que magnifican lo negativo, especialmente en los dominios que son relevantes para la confianza generalizada. Por ejemplo, la información acerca del comportamiento egoísta, las violaciones a normas, y las fallas en el autocontrol (por ejemplo, robo, fraude, estafa) son bastante destacados en los medios de comunicación. En consecuencia, luego de una exposición repetida a tales filtros, los sentimientos de confianza generalizada tienden a ser afectados.

Lección 3: En general, las personas tienen muy poca confianzaenlas demás personas

¿Confiamos en los demás demasiado o demasiado poco? Sorprendentemente, esta pregunta ha recibido muy poca atención científica, incluso si algunas investigaciones iniciales abordan el tema. De hecho, una investigación considerable sobre la atribución, la formación de impresiones, las actitudes, y el estereotipo, ha revelado que “lo malo es más fuerte que lo bueno” (Baumeister, Bratslavsky, Finkenauer, &Vohs, 2001, p. 323). La tendencia general a dedicar mayor atención y peso a lo negativo que a lo positivo sugiere que estamos predispuestos a desarrollar puntos de vista negativos más que positivos acerca de las personas en general.

Existen al menos dos grandes factores que enfatizan el rol de “lo negativo”, especialmente en la medida en que podría ser vinculado con la confianza. Uno es que las personas se ven a sí mismas como mejores que otras en muchos dominios. De manera interesante, esta tendencia hacia una “superioridad percibida” es especialmente pronunciada en dominios que son relevantes para la confianza. En relación consigo mismas, las personas ven a las demás personas como especialmente bajas en honestidad, consideración, y comportamiento prosocial (por ejemplo, Allison, Messick, &Goethals, 1998; Van Lange&Sedikides, 1998). Un segundo factor es que las personas con frecuencia tienden a asumir que el interés propio explica el comportamiento de las demás personas. Las personas sobrestiman sistemáticamente el rol de los motivos egoístas en diversos dominios (por ejemplo, sobrestimando la influencia de la compensación financiera en la donación de sangre; Miller &Ratner, 1998).

Estas creencias generales en relación con el interés propio podrían también aplicarse a situaciones concretas en donde a las personas se les pide que predigan el comportamiento específico de los demás. Por ejemplo, cuando se les pide solicita que estimen cuánto dinero una persona podría devolver en un juego de confianza, las personas tienden a subestimar de manera burda la confiabilidad de la persona: las personas recibieron de vuelta más dinero del que habían predicho (por ejemplo, Fetchenhauer& Dunning, 2009). También, en el llamado paradigma de “tirar los dados”, cuando los participantes no pueden ver el resultado de dos tiradas de dados, predicen que la persona que los tira va a asignar el dado con mayor valor para él -o ella- y que asignará el dado con menor valor al otro participante. Luego de la experiencia, alrededor de 12 ensayos, las personas se dieron un poco más para sí mismas (4.01 puntos en promedio) de lo que una tirada de dados sin sesgo habría dictado (una división por igual de 3.50), por lo que existe un sesgo de interés propio actual en las asignaciones. Ahora, los participantes predijeron, en promedio, que el otro se asignaría a sí mismo 4.42, revelando también un sesgo de interés propio percibido.

En consecuencia, las personas sobrestiman el egoísmo de la otra persona en las tiradas de dados (Vuolevi & Van Lange, 2010), y mientras menos información tengan sobre los comportamientos actuales de dicha persona, más fuerte será esta tendencia (Vuolevi & Van Lange, 2012). La conclusión amplia que obtenemos de esta evidencia es que las personas tienden a confiar muy poco en los demás. Una explicación posible para esto es que las personas tienden a basarse en una creencia general (o mito) de que el interés egoísta aplica a los demás, pero no a sí mismos, o al menos no tanto. Esta creencia general es fácilmente apoyada y mantenida a través de los filtros sociales-cognitivos que discutimos antes.

Lección 4: es adaptativo regular una “dosis saludable” de confianza generalizada

Pero si las personas desarrollan fuertes teorías sobre un interés egoísta racional, y los filtros que las personas utilizan para apoyarlas funcionan sólo en una dirección -disminuyendo enormemente la confianza en vez de promoverla- ¿implicaría esto que las personas son más desconfiadas de las demás personas con la edad? La respuesta es no. La razón de esto, argumentamos, es que la lección 3 requiere ser complementada con la lección 4, es decir, la noción de que es adaptativo mantener una dosis saludable de confianza generalizada. Si bien es algo tentativo, existe alguna evidencia para la cuarta lección. Primero, la investigación transversal que ha examinado la asociación entre edad y confianza (generalizada) no ha encontrado usualmente que los niveles de confianza de las personas se reduzcan con la edad -y si hay algo de ello, parece ser un pequeño incremento en la confianza con la edad hasta los 65 años (para una excepción, ver Van Lange et al., 2014). Segundo, en relación con las formas de confianza “menos generalizadas” en los contextos de las relaciones y amistades actuales, existen pocas dudas de que existe algo semejante a una dosis saludable de confianza (cf. Schneider, Konijn, Righetti, & Rusbult, 2011). La confianza incrementa la solución constructiva de problemas y los actos de sacrificio mutuo, lo cual a su vez podría ayudar a explicar por qué la confianza tiende a promover la estabilidad y la salud de las relaciones (ver Rusbult& Van Lange, 2003). La confianza también puede ayudar a las personas a darse entre sí el beneficio de la duda (y permanecer cooperativos) cuando necesitan afrontar errores no intencionales, o ruidos (Van Lange, Ouwerkerk, &Tazelaar, 2002). Estas líneas de razonamiento han sido apoyadas en investigación acerca de relaciones en curso e interacciones diádicas.

Pero,¿existe también evidencia para la confianza generalizada, más allá del alcance de las relaciones diádicas? Una evidencia es que la confianza es con frecuencia un ingrediente importante para el establecimiento y mantenimiento de la cooperación. Deberíamos notar que la “cooperación sin confianza” es posible (Cook, Hardin, & Levi, 2005) -por ejemplo, debido a que la confianza podría algunas veces actuar como norma; esto es, podría ser normativo comportarse de una manera confiada incluso si uno no espera que los demás actúen cooperativamente (Dunning, Anderson, Schlosser, Ehlebracht, & Fetchenauer, 2014). Sin embargo, altos niveles de cooperación típicamente no se materializan en ausencia de confianza. Un meta-análisis reciente reveló que los sentimientos de confianza promueven la cooperación, al igual que el mantenimiento de la confianza, incluso en grupos grandes (Balliet & Van Lange, 2013a). La confianza puede servir como un motivador para la cooperación, por diferentes razones. Podría promover sentimientos de eficacia personal (“podemos hacerlo”), influencias normativas (“oportunidades para la minoría”), y sentimientos de responsabilidad (“estamos obligados a hacerlo”), todos ellos ingredientes clave para la cooperación en grupos grandes (para una revisión, ver Van Lange, Joireman, Parks, & Van Dijk, 2013).

Existe también evidencia reciente que sugiere que la sola presencia del castigo en dilemas sociales (por ejemplo, los dilemas sobre el bien público) promueve la cooperación, pero especialmente en culturas de alta confianza (Balliet & Van Lange, 2013b). Una razón importante para este intrigante fenómeno es que el castigo podría ser más “creíble” en situaciones en las cuales las personas están dispuestas a apoyar actividades que apuntan a reforzar las normas contra el oportunismo u otras violaciones de normas. Finalmente, pero no menos importante, existe una evidencia considerable de la teoría del juego evolucionaría (por ejemplo, simulaciones en computador, modelamiento basado en agentes) que sugiere los beneficios evolucionarios de la confianza (por ejemplo, Novak & Sigmund, 2005; Yamagishi, 2011). De hecho, la cacería cooperativa, el compartir alimentos, y la provisión o garantía de un futuro apoyo en algún punto, todas incluyen la confianza básica, y claramente promueven resultados genéticos (por ejemplo, Van Lange et al., 2013). Más aún, existen nuevas evidencias que sugieren que las personas con alta confianza podrían ser mejores para evaluar con precisión la confiabilidad de los demás (cf. Carter & Weber, 2010).

Conclusión

La confianza generalizada en los demás es una paradoja. Está debilitada por la información entrante que nosotros filtramos o que otros –como las redes y los medios de comunicación- filtran por nosotros. Estas fuerzas parecen poderosas, lo cual, en conjunto con la creencia en el egoísmo de las personas como premisa básica, ayuda a explicar por qué las personas tienden a tener muy poca confianza en los demás. Al mismo tiempo, tener un nivel “suficiente” de confianza generalizada es adaptativo, especialmente para muchas interacciones sociales que se dan con personas que no se conocen bien.

Sugerimos que una parte de una “dosis saludable” de confianza generalizada se deriva de las interacciones sociales de las personas en sus redes sociales cercanas de familia y amigos cercanos (Fukuyama, 1995; Putnam, 1993). Las otras partes podrían venir de la civilidad de todos los días y de la decencia que las personas podrían encontrar con frecuencia (y tal vez la experiencia) en sus interacciones con colegas y extraños. Y, finalmente, una buena dosis de confianza puede trascender la experiencia, estando enraizada en el mero hecho de que, en promedio, una dosis saludable de confianza lleva a buenos resultados en la vida social. En conjunto, estos tres procesos podrían funcionar como ladrillos de confianza y podrían ayudar a las personas a (a) afinar la información entrante que implique amenaza a sus sentimientos generales de confianza, disminuyéndola y (b) adaptarse a las situaciones sociales con personas que están más allá de su familia inmediata o amigos cercanos y que requieren un nivel suficiente de confianza generalizada (promoviendo una dosis de confianza saludable). Estos ladrillos son esenciales para la vida social debido a que los costos de subestimar de manera crónica y excesiva las intenciones y la confiabilidad benignas de las personas serían demasiado altos -no solamente para los grupos y la sociedad en general, sino también para las personas. De hecho, esto podría explicar bien por qué alguna cierta dosis de confianza generalizada es, casi literalmente, una clave para la vida longeva y saludable.

Lecturas recomendadas

Balliet, D., & Van Lange, P. A. M. (2013a).(See References).A meta-analytic article that provides a theoretical review of the link between trust and cooperation.
Putnam, R. (2000). (See References).A book that is a classic analysis of the disconnection and reconnection of social relations in America.
Simpson, J. A. (2007). (See References).A review that provides a very informative, concisely written overview of research on trust.

Declaración de conflicto de intereses

El autor declara que no hay conflicto de intereses respecto a la autoría o a la publicación del presente artículo.

Referencias

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[1]Correspondencia con el autor: Paul A. M. Van Lange, Department of Social and OrganizationalPsychology, VU University Amsterdam, Van der Boechorststraat 1,1081 BT Amsterdam, The Netherlands.   E-mail: [email protected]


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